Por Andrea Alzugaray - Carina Martinez
Desde hace mucho tiempo ya, hemos tomado conciencia del significado real de esta fecha y dejamos de celebrarla en actos escolares como una simple alegoría a los valientes marinos europeos que arribaron a estas tierras por confusión o deliberadamente, según diversos puntos de vista y hemos tornado la mirada e incluido como protagonistas de esta historia a los pueblos indígenas de América Latina.
A partir de 1992, cuando se cumplieron los 500 años de la simbólica llegada de los españoles al continente americano, numerosas voces se alzaron contra la intención de recordar aquella fecha como un día que debiera festejarse. Gran diversidad de voces, emergentes desde las propias comunidades, universidades, escuelas y organizaciones sociales de toda América Latina propusieron instaurar un nuevo debate y abrir espacios de reflexión en torno al 12 de octubre de 1492, ya que a partir de aquel día los pueblos americanos cayeron en un tormento infinito de explotación y matanzas a manos de un sistema impuesto para la usurpación de sus territorios y el saqueo de sus recursos.
Durante la década de 1990 comenzaron a tener mayor protagonismo en los procesos históricos y sociales del continente. Los Estados latinoamericanos debieron comenzar a tenerlos en cuenta. Así las nuevas reformas constitucionales, recién en éstas últimas décadas “descubren” la existencia de las naciones indígenas con derechos personales, sociales y colectivos.
Hemos recorrido un largo camino hacia lo pluricultural, enriqueciéndonos en el proceso colectivo de un aprendizaje que nos modifica como sociedad. Aunque en algunos lugares las cosas aún no hayan cambiado demasiado y el despojo silencioso y la persecución continúan impunemente, en otros lugares los pueblos pueden reconstruir su identidad y afianzar su cultura sin temores.
Nos encontramos hoy con que la temática indígena se proyecta con fuerza en los medios de comunicación y logra trascender fronteras, informándonos de su vigencia, de su devenir actualizado que algunas veces nos sorprende con la alegría de los derechos conseguidos luego de muchos años de lucha.
Saber que los pueblos originarios de América toda, luchan por un mundo multiétnico y pluricultural, abarcativo para todos por igual, dónde nos reencontremos como raza humana, nos habla, no sólo de una resistencia ante el genocidio permanente, sino de algo mucho más trascendente, un sostenimiento de lo esencial, que hoy vuelve de maneras diversas y nos regala un nuevo contacto con la espiritualidad natural, una visión más profunda de la vida, una posibilidad concreta de reencontrarnos como parte de un gran ecosistema que compartimos. Aportando un saber ancestral que nos llega renovado con las voces aun vigentes de los antiguos sabios, expresándose intensamente, llamándonos a repensarnos en lo individual y en lo colectivo, preparándonos para atravesar juntos los agitados cambios planetarios que están sucediendo y se vendrán.
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