viernes, 11 de diciembre de 2009

De Orígenes e Historia


De Orígenes e Historia

Lic. Alejandro Suyama


Hoy en día, resulta sumamente complejo abordar los temas ambientales considerando la gran cantidad de información que circula en todos los ámbitos. Es necesario entonces poder filtrar esa información para generar visiones más claras de las distintas problemáticas. Es en este punto donde surge un primer inconveniente, ya que ese filtro tendrá el sesgo de quien discrecionalmente determine qué pasa o qué se queda en ese filtro. Salta a la vista que tanto en el ambientalismo como en cualquier otra disciplina la objetividad pasa por el ojo del observador. En este sentido, aspiro a que el aporte de estas líneas sirvan para generar un espacio de debate planteado desde mi visión parcial de la realidad. Ojalá los lectores tomen este desafío y me sacudan con sus propias visiones.A 150 años del origen de las especies. Finaliza el año 2009 y no puedo dejar pasar por alto un acontecimiento fundamental en la historia del conocimiento humano. En el año 1859 Charles Darwin y Alfred Russel Wallace publicaban un libro que revolucionaría el conocimiento de la época: El origen de las especies. Así como las demostraciones de Galileo respecto del movimiento de los astros tiraba por tierra la creencia de que nuestro planeta era el centro del universo, el descubrimiento de la “selección natural” por parte de Darwin y Wallace terminaría con la creencia del hombre como centro del universo.Desde comienzos del siglo XIX varios naturalitas intentaron explicar la diversidad de especies existentes sobre el planeta ofreciendo alternativas a la teoría creacionista que indicaba que todas las criaturas sobre la Tierra habían sido creadas por Dios. Entre esas ideas surgen las primeras teorías a cerca de la posibilidad de cambios paulatinos en las especies que con el tiempo generan especies nuevas. Entre los defensores de estas ideas se encontraba Jean Baptiste Lamarck quien sugiere que las formas complejas de la vida habrían surgido de formas más simples en una suerte de progresión ascendente en complejidad. Si bien su esbozo de teoría evolutiva tenía mucho de cierto, no contó con la evidencia necesaria ni con la explicación de un mecanismo claro que permitiera comprobar sus dichos. La genialidad de Charles Darwin consistió en intuir y posteriormente describir el mecanismo por el cual los organismo evolucionan: “la selección natural” y además acumular enorme cantidad de evidencia apoyando sus dichos. Darwin dedujo a través de los datos obtenidos en su viaje a través del mundo que dentro de cada especie, los individuos presentaban diferencias sutiles entre sí. Que esas características diferenciales aparecían por azar. Que algunos individuos gracias a esas características diferenciales se encontraban en mejor condición de alimentarse y reproducirse y de esta manera dejar mayor descendencia. Por consiguiente la generación siguiente de esta población tendría más individuos con las características de los más aptos. Estos pequeños cambios de generación en generación, provocarían los cambios mayores a lo largo de muchas generaciones.En el presente la teoría de la selección natural sigue tan firme como en sus comienzos. La reducción de hábitats está provocando la reducción de poblaciones vegetales y animales, por lo tanto la pérdida de esa sutil diversidad dentro de las especies que viven en esos ecosistemas amenazados. Cuantos menos individuos tenemos por especie, menos probabilidades de adaptación de la especie a los cambios del ambiente. Por último y un poco como homenaje a este naturalista podríamos empezar a saber que cada vez que nuestros hijos nos pregunten ¿para que sirve la biodiversidad? no recurramos a la respuesta fácil de: porque en la selva podría estar la cura del cáncer. La respuesta podría ser: porque la biodiversidad permite que las especies se adapten a los cambios del ambiente y sobrevivan, las mismas especies que forman los ecosistemas de los cuales, nos guste o no, formamos parte.

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Franz Kafka

No hay necesidad de salir de la habitación. Basta
con sentarse a la mesa y escuchar. Ni siquiera es necesario escuchar, sólo esperar. Ni siquiera hay que esperar, sólo aprender a estar en silencio, quieto y solitario. El mundo se te ofrecerá libremente para ser descubierto. Él no tiene otra alternativa; caerá en éxtasis a tus pies.


 
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